¡Socorro! Todavía queda una semana de vacaciones. ¡Estoy filtrada!
A mí no me afecta. Mis chicos están grandes y nietos no tengo.
Igual. Se desbarajustan los horarios. El morfi nunca alcanza. Es un caos.
Todos terminamos con sobredosis de espectáculos infantiles, ¿vieron?
No sólo eso. También se producen excesos de comida chatarra y pochoclo.
Claro, porque el mandato es “divertir a los gurises”, a cualquier precio.
O pasearlos. Si hay nafta, claro. Si no, a babucha. Pero guarda con el ciático.
Yo tengo que pasar por la farmacia para reponer los ansiolíticos que devoré.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Cuando nosotras éramos chicas, si a los viejos no les daba el cuero para llevarnos de viaje, nos arreglábamos solas, no?
“Déjenla sola, solita y sola, que la quiero ver bailar”. ¡Cuánta nostalgia!
Jugábamos a la rayuela, a la mancha, a las escondidas; andábamos en bici por el barrio, volvíamos rendidas y roñosas, listas para un baño y al sobre.
Es que en esa época, la vereda era una prolongación de nuestra casa. Un lugar seguro. Ahora, vivimos enrejados, como presos, y ni aún así estamos tranquilos.
A los chicos les falta potrero. Viven conectados, enchufados, son tecnológico-dependientes. No creo que sobrevivan sin sus celus, la play, sus MP3, Mp4…
¡No saben lo que se pierden! No cambio mi infancia por la de ninguno de ellos.
Y no existían las animaciones para los cumpleaños. Nos entreteníamos solos.
¿Se les estará atrofiando la imaginación? ¿No será culpa nuestra?
En parte sí. Siempre es más cómodo contratar a alguien que ocuparse uno.
Es como el delivery. Compramos entretenimiento hecho, enlatado, programado.
El tema es cómo recuperarse después de la maratón vacacional, porque nos queda medio año por delante, y los grandes fundimos biela. Encima, sin un peso
Ustedes se ahogan en una tapita de yogurt, chicas. Agudicen el ingenio. Hay mil cosas que se pueden hacer sin gastar un mango. Hagan funcionar la croqueta.
¿Y si nos vamos turnando entre nosotras para ocuparnos de los críos?
Buena idea. Podemos armar un organigrama, así nos tocan días francos.
Yo propongo una tarde de disfraces. Tengo baúles de ropa vieja y sombreros.
Genial. Yo les puedo enseñar a fabricar títeres y armar un retablito.
A mí tráiganmelos y les leo cuentos. Si se animan, hasta los pueden actuar.
Yo compro varias resmas de papel y crayones, para que dibujen y pinten.
Yo me ofrezco para enseñarles a cocinar. Tortas, panqueques, galletitas.
Como vivo enfrente de una plaza, yo los ventilo, los hamaco y los canso.
Necesitamos algún marido que les organice un fulbito, ¿no les parece?
Les presto al mío. De paso, quedo libre para aprovechar las liquidaciones.
Yo estoy insomne, así que me ofrezco para que hagan un “piyama party”.
Déjenme amortizar el carísimo plasma: cine continuado en casa. 10 pelis 10.