Yo me agarré una curda de caña y ruda que ni les cuento. Todavía me dura la resaca.
Yo recibí el año con una ristra de ajos colgada del cuello, y un par de herraduras adosadas a las crocs.
¡Estabas para la tapa de “Vogue”, Piru!
Yo le di a los pisos con un lampazo empapado en vinagre, bicarbonato y limón. Y a las paredes también, por las dudas.
¡Qué supersticiosas, che! ¡No es para tanto!
¿Que no es para tanto? ¿Te parece poco lo que pasó en 2020? ¡Un año para el olvido!
Al contrario. Mejor no olvidarlo y aprender algo de la maldita pandemia.
¿Aprender algo? ¿Como qué?
Que no somos tan importantes como nos creíamos. Que un bichito invisible nos puso en jaque, y que puede haber muchos otros agazapados por ahí. Que hay que cuidarnos entre todos porque nadie está exento del contagio, por más rico, poderoso o famoso que sea. Flor de sopapo al ego planetario, amigas.
Te pusiste filosófica, Pepa. ¡Qué profunda! Me das asquito.
Igual no me olvidé de estrenar bombacha, eh. Una cosa no quita la otra.
¿Y no te molestó el ajuste a nuestra ya magra jubilación, Pepa?
La verdad que sí. Creo que hay un plan de exterminación programada de “adultos mayores”. O nos mata el bicho, o moriremos de inanición.
¿Ajuste o quita? Habría que recordarle a la deshonorable Cámara de Diputados el versito de mi infancia: “Santa Rita, Santa Rita, lo que se da, no se quita”.
Mientras tanto, la Señora del Calafate cobrará dos pensiones de privilegio. Un fangote. Más su sueldo como senadora. Dos palos por mes, mango más mango menos, más los retroactivos e intereses “adeudados”. Un camión de caudales, bah.
Sí. De todo nos enteramos el mismo día. Menos guita para nosotros, más para ella.
¿Fue Perón el que dijo que los únicos privilegiados son los niños?
Sí. Pero eso no corre más. Hoy, los únicos privilegiados son los que tienen la sartén por el mango.
Y el mango también, como cantaba María Elena, que describió a los ejecutivos como nadie.
Pero seguro que tendrá que pagar ganancias la Vice.
¿Sabés que no? Exenta. Y, como si esto fuera poco, goza de fueros la Doctora. Bingo.
Bueno, pero la plata no hace la felicidad.
La miseria tampoco. Y convengamos que 20 luquitas por mes es una jubilación miserable. Sobre todo para quienes aportamos religiosamente durante añares, sin ligar nada de arriba.
Veamos el lado bueno, che. La adversidad nos ha hecho fuertes. Somos guerreras.
Ahí tenés razón. Este íspa es un curso intensivo de supervivencia cotidiana. Te prepara para todo. Entrenamiento forzoso. Si llegamos vivas y sanas a fin de este año podrido, es que somos imbatibles, chicas.
Hablando de Roma, ahora que pasaron las comilonas de fin de año, ¿qué tal si entrenamos un poco?
Sólo si entre todas contratamos a un “personal trainer” que esté bueno. Joven, musculoso, con tabla de lavar incorporada, vientre chato, simpático, con todos los dientes y todo el pelo. Así por lo menos, nos deleitamos la vista entre sentadilla y sentadilla.
¡Ay, no! Mirá si se te escapa un gas, como le pasó a la Amuchastegui. Mejor por zoom, con la compu muteada.
¿Seré curiosa, ¿ya se vacunaron?
Yo espero un cacho. La rusa está flojita de papeles.
Bueno, chicas. Borrón y cuenta nueva. Que el 2020 reviente y el 21 sea mejor que ninguno. ¡Chin, chin!